CUANDO LA DELICUENCIA NOS ALCANCE
Desde
hace unas semanas recorre el espacio noticioso de nuestro país la terrible
noticia – reportaje de que serán liberados miles de reos que cumplieron sus
condenas o que serán absueltos por que NUNCA se comprobó que fueran culpables.
Las
voces y las caras compungidas narran los números de asaltantes, violadores,
personas que cometieron delitos contra la salud (narcos de esquina o de
oportunidad o de inocentones) y hasta de asesinos ¡qué horror!
Personas
que durante años fueron hacinadas en los CENTROS DE READAPTACION SOCIAL (!),
olvidadas por el sistema que solo reconoce números y nunca las realidades
individuales.
Las
cárceles son centros para dejar fuera, para esconder, para marginar a los
marginados, no para readaptar, menos para reintegrar a una sociedad en la que
tendrán que aprender a vivir en comunidades que ya no los reconoce y peor, que
hoy les tiene miedo.
No
importa la edad de quienes delinquen. Por ejemplo, se dictó sentencia a un
menor de edad que dirigió un grupo de secuestradores de tres años por privar de
la libertad a migrantes extranjeros en México. Tres años en una correccional
que lo preparará para ser delincuente de mas peligrosidad porque a los 17 años
no habrá una sola institución capaz ni capacitada para reeducar, para readaptar
y menos para reintegrar a la sociedad que también le excluyó.
Mientras
tanto la “sociedad civil” comprará mas candados, pagará por mas rejas, centrará
compañías de seguridad privada, formará ghettos de privilegiados donde solo la
servidumbre podrá acceder por ser necesarios para mantener el funcionamiento de
las viviendas. Todo menos asumir la responsabilidad por haber cerrado los ojos
por décadas ante las evidencias de la corrupción del sistema penitenciario que
existe en nuestro país.
¿En
que momento los mexicanos dejamos de interesarnos en el funcionamiento del
Estado? ¿Cuándo dejamos que la casta gobernante pensara y actuara a nuestras
espaldas para llevarnos a esta sensación de desamparo y abandono jurídico?
La
Patria está en las manos de cada uno de nosotros, y como dice la sabiduría
popular “tanto peca el que mata a la vaca como el que le agarra la pata” y los
ciudadanos apáticos nos hemos convertidos en cómplices por omisión al dejar
hacer y dejar pasar los asuntos de gobierno.
No nos asustemos ahora ante la liberación de reos que ante la justicia cumplieron sus condenas pero que la sociedad les negará la entrada a sus hogares, a sus empresas o sus negocios.
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