REVOLUCIÓN INVISIBLE
La historia de la humanidad
esta plasmada de guerras, guerras para mostrar poderío, para cimentar imperios
o para establecer autonomías. Guerras estériles que solo han servido, en la mayoría
de las veces para acrecentar fortunas y cambiar de mano la estafeta del poder.
Sin embargo, a la par de la búsqueda
del poder se ha ido gestando una revolución no sangrienta ni convencional: la
demanda de las mujeres para ser parte en la toma de decisiones en el gobierno
de sus comunidades.
Desde que se confinó a la
mujer a las labores del hogar, al mundo privado de la educación de las nuevas
generaciones y a consolar a los líderes, el 50% de la población dejó de ser
responsable en las tomas de decisiones para gobernar su comunidad.
Desde la aparición de la
propiedad privada, el avance ha sido lento y tortuoso. Hoy a nivel mundial, tan
solo 16 mujeres presiden los gobiernos de sus países.
En México 7 mujeres han sido electas gobernadoras
desde que obtuvimos el derecho a elegir y las presidentas municipales apenas
rebasan el 10% en los más de 2600 municipios que hay en el país. Estos números no significan un avance real en
la participación política de las ciudadanas mexicanas.
Los partidos políticos cumplen
con las cuotas de genero establecido por la ley, pero al interior no se
capacita ni educa para gobernar. Se designan a quienes aseguren la férrea disciplina
de la elite partidaria, las que se alinean con el partido.
A las mexicanas nos falta
aun mucho trecho por recorrer para ser parte de gobierno. Nos falta prepararnos
para gobernar, desde un municipio hasta el país, desde las obsoletas regidurías
hasta los congresos donde se legisla.
Es necesario que en casa y
en las escuelas se despierte la ambición en las niñas para que aprendan a tomar
decisiones de gobierno.
No es justo para las mujeres
ni para la sociedad que solo cuando somos víctimas de la violencia
institucional y de la violencia generada por la delincuencia elevemos la voz.
No es justo que miles de madres de familia, de hijas, de hermanas tengan que
vivir con la angustia de no saber dónde están sus familiares desaparecidos.
El Estado tiene una deuda
con cientos de mujeres a las que les ha negado la justicia por los familiares
asesinados. Pero tampoco es justo que algunas mujeres acepten como recompensa a
las perdidas generadas por la violencia del país, cargos públicos que en nada
han influido para rehacer el tejido social que la corrupción y la impunidad han
roto.
Por la igualdad y la equidad
en la vida pública, no se puede seguir vetando la participación capaz de
hombres y mujeres que no encajan en el modelo del gobierno que ha condenado a
millones de mexicanos a la miseria y a la expulsión de la tierra que los vio
nacer.
Para que la equidad de género
deje de ser una moda y un tema de política pública, las ciudadanas debemos
ganarnos el derecho a participar y a gobernar y dejar de esperar la limosna de
las cuotas que el patriarcado político nos ha asignado.
Josefina Sanchez Ponce.
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