GLOBALIZACIÓN DEL SINDICATO
BLANCO.
En México, durante los antecedentes de la Revolución
Mexicana, los grandes movimientos obreros de Cananea Y Rio Blanco que exigían una
reivindicación de demandas que hoy vemos como el reconocimiento a los derechos
mínimos de los trabajadores, fueron reprimidos
con la mancuerna Inversionistas – Estado.
En la Constitución de 1917 arduo trabajo costo a los
congresistas la aceptación de un artículo, el 123 que estableció el derecho a
recibir un salario digno suficiente para que el trabajador pudiera cubrir las
necesidades básicas de su familia. Utopía que a casi 100 años de su
promulgación no se ha conseguido.
El sindicalismo en México fue arropado por el Estado
Revolucionario para asegurar que los gobiernos “emanados de la revolución”
contaran con votos suficientemente maquillados de democracia pero sin que el
avance económico se reflejara en el bolsillo de los obreros. Los líderes
sindicales demostraron su fidelidad ganando con ello riquezas obscenas e
impunidad legislativa. Deschamps ahora como antes lo fueron Salvador Barragán,
Napoleón Urrutia o Elba Esther Gordillo.
Al triunfo en las urnas de la confianza ciudadana depositado en Vicente Fox, la fidelidad de la
CTM al PRI canceló los desfiles obreros del 1° de mayo convertidos en besamanos
a los gobernantes en turno por Fidel Velázquez e inaugurando con ello el
silencio y el sometimiento total de los obreros al capital.
Ahora cuando el gobierno del Distrito Federal y el
Partido Acción Nacional se adjudican el deber de cuestionar los miserables
salarios que reciben los trabajadores, el sindicalismo mexicano no está a la
altura para asumir su misión histórica de encabezar las demandas obreras. En
todas las reformas donde se han tocado los derechos laborales, el STPRM, SNTE o la CTM guardaron silencio.
A setenta pesos diarios (en promedio) se redujo el
principio establecido por nuestra Carta Magna para satisfacción de OCDE o Banco
Mundial o Fondo Monetario; no importan las siglas, la acumulación del capital
es lo importante, los trabajadores somos sustituibles. El sindicato combativo,
los Batallones Rojos, la Internacional obrera se ha convertido en el mundo en
sindicalismo blanco sumiso y callado porque con 70 pesos nadie se puede
arriesgar a un “paro” a un despido a una lista negra o no tener lo suficiente para
medio comer y engrosar con ello las
estadísticas de pobreza de un País que presume la riqueza del subsuelo y la
disciplina obrera para que sigan llegando inversionistas extranjeros.
Profra. Josefina Sánchez Ponce
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