sábado, 14 de abril de 2012

A falta de confianza en la palabra ... firma notariada


¿Palabra de qué?

Algo que ha llamado mucho mi atención, es el auge que han tomado los notarios en las campañas políticas de los candidatos del PRI, Partido Revolucionario Institucional, sobre todo cuando es un alto puesto público el que se desea. Hasta ahora donde más se ha practicado esta innovadora modalidad, es en el Estado de México, lugar donde en varias ocasiones los aspirantes han legalizado debidamente, más de quinientas promesas personales y de equipo.

Buscando por aquí y por allá me encontré que  “La Palabra” tiene una gran relevancia histórica, y me refiero a la Palabra dada, aquella que se entrega de forma oral de una persona a otra, formando un trato o un acuerdo tácito.

Desde la antigüedad hasta hace pocos años, “La Palabra” era entregada en una forma plena de confianza cuando se decía “te doy mi palabra” y ello bastaba para sentirse comprometido, se daba por hecho. El cambio se produjo cuando apareció la palabra escrita y se le dio mayor importancia, dejando de lado el compromiso verbal e implícito  que se hacía anteriormente. 

Oponiéndose a la palabra escrita y para dar mayor credibilidad a la otrora costumbre, se le agregó un adjetivo poderoso a lo prometido… “Palabra de hombre”,  “Palabra de honor”, que quedaba sellada con un apretón de manos, que no solo comprometía lo hablado sino también la honra, la sexualidad y la existencia como varón; quien incumplía se condenaba a sufrir las penas del infierno, a ser tildado como “mariquita” y a perder la confianza de todos para siempre.

¿De dónde proviene la importancia de esta frase? de la “Palabra de Dios” que citan los Evangelios cristianos y que no necesita de ningún notario para aludir a la gran verdad anunciada… “esta es Palabra de Dios”.
Desafortunadamente hoy en día solo tiene valor la palabra escrita ante notario, acción que quita al hombre toda virtud de responsabilidad y compromiso, en la dignidad de su palabra.

Probablemente todos en algún momento hemos sufrido las consecuencias del no respeto a la palabra empeñada, pero sabemos muy bien que podemos morir en paz si nosotros si cumplimos con la nuestra, con lo prometido  ante Dios y ante los hombres.

La globalización, el nuevo estilo de vida femenino, le han comprometido a ella también con su “Palabra de mujer”, porque dar tu palabra involucra a ambos sexos, es reconocer que los seres humanos podemos seguir confiando en el otro; con mayor razón si ese otro  se compromete a manejar con honradez la  seguridad y el dinero de la gente. Pero cuidado, no hay que confiarse, que tal si aparece por ahí un malvado mariquita?
Antonieta B. de De Hoyos                                

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