ROSTROS EN LA BRUMA
DEL OLVIDO INSTITUCIONAL
“Esperaste en el sillón
y luego en el balcón
a la pequeña.
Y de punta a punta de la ciudad
preguntaste a los vecinos
y saliste a los caminos.
Quién sabe por dónde andará...”
y luego en el balcón
a la pequeña.
Y de punta a punta de la ciudad
preguntaste a los vecinos
y saliste a los caminos.
Quién sabe por dónde andará...”
Joan Manuel Serrat
“¿Dónde están?
Ha sido la pregunta recurrente de todos los que han perdido a sus hijos, hermanos,
padres, madres, compañeros. ¿Dónde están
nuestros desaparecidos, donde los culpables? ¿Dónde la justicia….? ¿Dónde está
la voz de la sociedad exigiendo JUSTICIA?”
En cuatro
meses de que inició el actual gobierno federal, las preguntas siguen llegando a
oídos sordos. Los rostros son anónimos, los nombres solo causan dolor a las
familias de mexicanos normales, los que no forman parte de la casta política.
Destinar recursos para crear un grupo de investigación que se dedique a ubicar
y encontrar cada uno de los desparecidos en México como producto de la
delincuencia organizada no está en la agenda de ningún gobernante. La solución del
problema no dará noticias de ocho columnas ni generara ganancias políticas.
No es humano
que las autoridades sigan evadiendo la responsabilidad que tienen para atender
las denuncias por las desapariciones forzosas; pero también es urgente que toda
la población se involucre en la solución del problema. No es humano satanizar o
prejuzgar que los desparecidos estaban involucrados con el crimen organizado
cuando eso es falso, tan solo en Coahuila, la mayoría de los desaparecidos han sido jóvenes
en edad de trabajar, muchos de ellos profesionistas que fueron secuestrados
haciendo su trabajo. En este municipio tan solo, se recordará el caso de
trabajadores de PEMEX que desaparecieron haciendo su trabajo. Pero en este
momento ya no son solo hombres, también se ha detectado la desaparición de niñas
y adolescentes, durante 2012 desaparecieron 269 jovencitas.
Si de verdad
las autoridades estuvieran interesadas en solucionar el problema en el que se
encuentran responsabilizados desde policías municipales hasta funcionarios del
primer nivel, deberían destinarse recursos para que se encuentren a los
desparecidos, en primer lugar, y hacer justicia; pero también debe elevarse a
delito federal la desaparición forzosa de personas para que la investigación se
haga en todo el país y que se puedan vincular las investigaciones con la policía
de otros países que están enfrentando el delito de trata de personas.
Como cristianos
podemos orar para que vuelvan a sus hogares los desparecidos, para que las
madres retomen la paz del alma, pero como ciudadanos consientes nuestras voces deberían
ser escuchadas junto con las voces de los familiares que han perdidos a sus
seres queridos por este delito. Cerrar los ojos, no escuchar y sellar los
labios porque no es nuestro problema, nos vuelve cómplices tácitos de la
ineficiencia de las autoridades y coparticipes en el crecimiento del problema.
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