AMAS DE
CASA: BRAZO ARMADO DE LA SOCIEDAD CIVIL.
En
la década de los 70’ nuestro país vivía la explosión demográfica y la falta de
vivienda era evidente; el milagro mexicano había concluido abriendo la brecha
entre los pocos que tenían todo y la gran mayoría que no tenía nada y entre
ellos la incipiente clase media que emigraba a las ciudades en busca de una
vida digna.
La
solución fue la manipulación de los más pobres para formar ciudades perdidas en
las orillas, donde los terrenos eran inhabitables y carecían de valor; la invasión
de terrenos ejidales o agrícolas, la venta fraudulenta de tierras para que los
pobres, también se sintieran al fin dueños de un trozo del territorio nacional.
El
acarreo de mujeres, amas de casa, a exigir agua y luz para sus chozas. Mujeres
pobres jalado niños famélicos cubiertos con unos cuantos hilos de tela
simulando ropa para no ser reprimidos ni alejados con el uso de la fuerza
pública, buscando una respuesta, una entrevista. Para los dirigentes se
abrieron puertas, para ellas solo el desprecio, solo eran números, masa de la
que se aparta la vista por temor a que la conciencia tiemble y se vuelva
solidaria.
Y
funcionó; las amas de casa demostraron que eran utilizables y se les ascendió a
acarrea votos para que la Revolución institucionalizada se maquillara de
democracia. Son las que reparten despensas y ayudas, porque para eso son las líderes
de las colonias, para ellas los últimos rayos del poder para que se sientan
parte del poder, de los triunfadores, parte del grupo por el que dan la vida y
los hijos, y quizás hasta la honestidad porque con ese valor no se paga la
comida.
Dos
votos por 150, una colonia por 5mil pesos bien valen una administración para
ser más pobres.
Y
el brazo armado con puños, palos y voces que demostró su utilidad en el Estado Democrático
llamado México por casi 90 años, ahora se diversifica, nuevos clientes acuden
en su busca. Sus nuevos manipuladores no piden tanto, solo ojos, oídos y bocas;
la riqueza ilícita se reparte y no hay que andar casa por casa o madrugando el día
de las elecciones, solo estar listas para hacer manifestaciones, con los niños
de brazos para impedir que la policía o el ejercito intenten meter en cintura a
la delincuencia organizada que, irreverente, se ha salido del control y muestra
al mundo que el maridaje de la corrupción y la impunidad se han adueñado de los
restos de sueños de que con un trabajo honesto se puede vivir “como la gente
decente”
Hoy
nos espanta la fuerza de las amas de casa, una fuerza que se creó para controlar
a la sociedad sin utilizar la represión; en el estado moderno mexicano es más
peligroso estar en la lista negra de la líder de la colonia que en la lista de
los más buscados por la INTERPOL.
Mujeres
y niños cierran carreteras para defender a los roba combustibles; mujeres y
niños encabezan manifestaciones para defender a narcotraficantes, mujeres y
niños se colocan entre las balas de la policía y los delincuentes que se
escapan ¿Cómo enfrentar, ¿cómo explicar que eso también es delincuencia organizada
si los delincuentes “pagan 15 mil pesos mensuales y el salario honesto solo
deja un poco más de tres mil pesos para toda la familia?
En
los estados, en donde sufragaremos millones de mexicanos con el eterno sueño de
hacer una revolución con el voto, les reclamamos a las lideresas por aceptar
ser parte del estado fallido, pero, terminados los procesos electorales, los
que piensan en el cambio se regresan a casa, a las escuelas, a las
universidades, a las oficinas a rumiar derrotas porque la maquinaria institucionalizada
funcionó como un reloj bien aceitado. La realidad es otra: el hambre es diaria,
la miseria es diaria, la pobreza es asunto de todos los días y los discursos de
elección tras elección no dan de comer.
Josefina Sánchez Ponce
jsanchezponce@hotmail.com
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